30 de dezembro de 2008

Ramana Maharshi: - Quem sou eu?

RAMANA MAHARSHI: A MORTE DA PERSONA

Disponiendo los pensamientos por orden de su valor, el pensamiento «yo» es el más importante. La idea o pensamiento de una personalidad es también la raíz o el brote de todos los demás pensamientos, puesto que cada idea o pensamiento surge solamente como el pensamiento de alguien y no se conoce que exista independientemente del ego. El ego por lo tanto exhibe actividad de pensamiento. La segunda y la tercera persona (él, tú, eso, etc.) no aparecen excepto a la primera persona (yo). Por lo tanto surgen solamente después de que aparece la primera persona, de modo que las tres personas parecen surgir y sumergirse juntas. Siga entonces el rastro de la causa última del «yo» o personalidad.¿De dónde surge este «yo»?. Búsquelo dentro; entonces se desvanece. Esto es la gesta de la sabiduría. Cuando la mente investiga incesantemente su propia naturaleza, transpira que no hay ninguna cosa tal como la mente. Esto es la vía directa para todos. La mente es meramente pensamientos. De todos los pensamientos el pensamiento «yo» es la raíz. Por lo tanto la mente es solamente el pensamiento «yo».El nacimiento del pensamiento «yo» es el propio nacimiento de uno, su muerte es la muerte de la persona. Después de que ha surgido el pensamiento «yo», surge la identidad errónea con el cuerpo. Deshágase del pensamiento «yo». Mientras «yo» está vivo hay aflicción. Cuando «yo» deja de existir no hay ninguna aflicción



RAMANA MAHARSHI: ACABE COM O DESEJO

Interlocutor: Espero que, por el deseo de entregar constantemente, se experimente una Gracia creciente.Maharshi: Entréguese de una vez por todas, y acabe con el deseo. Mientras se retiene el sentido de ser el hacedor, hay el deseo; eso es también la personalidad. Si ésta desaparece, se encuentra que el Sí mismo brilla puro.El sentido de ser el hacedor es la esclavitud y no las acciones mismas.«Sed quiescentes y sabed que Yo soy Dios». Aquí la quiescencia es entrega total sin ningún vestigio de individualidad. La quiescencia prevalecerá y no habrá ninguna agitación de la mente. La agitación de la mente es la causa del deseo, del sentido de ser el hacedor, y de la personalidad. Si eso es detenido hay quiescencia. Ahí «Conocer» significa «Ser». No es el conocimiento relativo que implica la triadas del conocimiento, el sujeto y el objeto.



RAMANA MAHARSHI: SOBRE O SI MESMO

evoto: ¿Cuáles son los obstáculos que impiden la realización del Sí mismo? ... Maharshi: Los hábitos de la mente (vasanas). CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935
Devoto: ¿Cómo vencer los hábitos mentales (vasanas)? ... Maharshi: Realizando al Sí mismo. CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935Devoto: Eso es un círculo vicioso. ... Maharshi: Es el ego el que suscita esas dificultades creando obstáculos, y después sufre la perplejidad de las aparentes paradojas. Encuentre quién hace las preguntas y el Sí mismo será encontrado. CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935Devoto: ¿Cuánto tiempo le llevará a uno obtener eso? ... Maharshi: ¿Por qué desea saberlo? Devoto: Para darme esperanza. ... Maharshi: Ese deseo es un obstáculo. El Sí mismo está siempre aquí, no hay nada sin él. Sea el Sí mismo, y los deseos y las dudas desaparecerán. Ese Sí mismo es el presenciador en los estados de sueño profundo, de sueño con sueños y de vigilia. Estos estados pertenecen al ego. El Sí mismo trasciende al ego. ¿No existía usted en el sueño profundo? ¿Sabía usted entonces que estaba dormido o que no era consciente del mundo? Sólo en el estado de vigilia usted describe la experiencia del sueño profundo como inconsciencia; por consiguiente, la consciencia cuando usted está dormido es la misma que cuando usted está despierto. Si usted sabe qué es esta consciencia de la vigilia, conocerá la consciencia que presencia los tres estados. Esta consciencia puede ser encontrada buscando la consciencia como ella era en el sueño profundo. CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935Devoto: Es un vacío. ... Maharshi: ¿Para quién es el vacío? Encuéntrelo. Usted no puede negarse a sí mismo nunca. El Sí mismo es siempre y continúa en todos los estados. CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935Devoto: Así pues, debo receder a la fuente de los pensamientos. ... Maharshi: Exactamente; de esa manera, los pensamientos desaparecerán y sólo quedará el Sí mismo. De hecho, para el Sí mismo no hay ningún adentro ni ningún afuera. Todo eso son también proyecciones del ego. El Sí mismo es puro y absoluto. CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935Devoto: Esto se comprende sólo intelectualmente. ¿No es el intelecto una ayuda para la realización? ... Maharshi: Sí, hasta una cierta etapa. Pero aún así, comprenda que el Sí mismo trasciende el intelecto - el intelecto debe desvanecerse para obtener el Sí mismo. CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935Devoto: ¿Ayuda mi realización a otros? ... Maharshi: Sí, ciertamente. Es la mejor ayuda posible. Pero no hay ningún otro a quien ayudar. Pues un ser realizado ve el Sí mismo de la misma manera que un orfebre aprecia el oro en diversas joyas. Sólo cuando usted se identifica con el cuerpo, las formas y las figuras están aquí. Pero cuando usted trasciende su cuerpo, los otros desaparecen junto con su consciencia corporal. CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935Devoto: ¿Ocurre eso también con las plantas, los árboles, etc.? ... Maharshi: ¿Existen ellos aparte del Sí mismo? Averígüelo. Usted piensa que los ve. El pensamiento es proyectado desde su Sí mismo. Encuentre de dónde surge. Los pensamientos cesarán de surgir y sólo quedará el Sí mismo. CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935Devoto: Yo comprendo teóricamente. Pero todavía están aquí. ... Maharshi: Sí. Es como una función de cine. Hay la luz en la pantalla y las sombras que pasan rápidamente impresionan a la audiencia con la puesta en acto de alguna obra. Similarmente, será también así si en la misma representación se muestra también un público. El veedor y lo visto estarán entonces sólo en la pantalla. Aplíquese esto a usted mismo. Usted es la pantalla, el Sí mismo ha creado al ego, el ego tiene sus acrecencias de pensamientos que se muestran como el mundo, los árboles, las plantas, etc., sobre los cuales usted está preguntando. En realidad, todos éstos no son nada sino el Sí mismo. Si usted ve al Sí mismo, encontrará que todo es lo mismo, por todas partes y siempre. No existe nada más que el Sí mismo. CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935Devoto: Sí, aunque comprendo sólo teóricamente. Sin embargo, las respuestas son simples, bellas y convincentes. ... Maharshi: Incluso el pensamiento, «yo no comprendo» es un obstáculo. De hecho, sólo el Sí mismo es. CONVERSACIONES: Tomo I 7 de enero de 1935Se le leyó la respuesta enviada a Riga. En su presencia se repitieron cantos de La Verdad Revelada, del Maharshi, y los Vedas. Él consideró magníficas las recitaciones. Volvió la tarde siguiente, y para asombro de los demás, la noche anterior tuvo una experiencia que repitió al Maharshi. Fue que había visto algo como una luz eléctrica dentro de sí mismo en el centro del corazón, en el lado derecho. Además, agregó que había visto al sol brillando por dentro. El Maharshi sonrió un poco y entonces hizo que se le leyera una traducción del Atmavidya (El Conocimiento del Sí mismo), donde está el dicho críptico de que la realización consiste en llegar al Atman (el Sí mismo) que es la expansión de la consciencia (chidvyoman), para distinguirla de la mente, que es la expansión de chittavyoman. Esta explicación llamó la atención del visitante. CONVERSACIONES: Tomo I 19 de enero de 1935En lo que concierne a la pregunta sobre las almas de los difuntos, mientras un hombre se identifique con su cuerpo grosero, el pensamiento materializado como manifestaciones groseras debe ser real para él. Debido a la imaginación de que su cuerpo ha sido originado de otro ser físico, el otro existe tan verdaderamente como su propio cuerpo. Habiendo existido aquí una vez, ciertamente sobrevive a la muerte, debido a que la descendencia está aún aquí y siente que ha nacido de ese otro. Bajo estas circunstancias, el otro mundo es verdadero; y las almas de los difuntos se benefician de las plegarias que se ofrecen por ellos. Por otra parte, considerado de una manera diferente, la Única Realidad es el Sí mismo de quien ha brotado el ego que contiene dentro de sí mismo las semillas de las predisposiciones adquiridas en nacimientos anteriores. El Sí mismo ilumina el ego, las predisposiciones y también los sentidos groseros, de modo que las predisposiciones aparecen a los sentidos como si se hubieran materializado como el universo, y devienen perceptibles para el ego, el reflejo del Sí mismo. El ego se identifica con el cuerpo, y así pierde la visión del Sí mismo, y el resultado de esta inadvertencia es la oscura ignorancia y la miseria de la vida presente. El hecho de que el ego surja del Sí mismo y que lo olvide es el nacimiento. Así pues, puede decirse que el nacimiento del individuo ha matado a la madre. El deseo presente de recuperar a la propia madre es, en realidad, el deseo de recuperar al Sí mismo, que es lo mismo que realizarse a uno mismo, o la muerte del ego; esto es entregarse a la madre, para que ella viva eternamente. CONVERSACIONES: Tomo I 19 de enero de 1935El Maharshi leyó entonces, de la versión tamil del Yoga Vasistha, la historia de Dirga Tapasi, que tenía dos hijos, Punya y Papa. Después de la muerte de los padres, el menor se lamentaba de la pérdida, mientras el mayor le consolaba como sigue: «¿Por qué lamentas la pérdida de nuestros padres? Yo te diré dónde están; están sólo dentro de nosotros mismos, y son nosotros mismos. Pues la corriente de la vida ha pasado a través de innumerables encarnaciones, nacimientos y muertes, placeres y dolores, etc.; de la misma manera que la corriente de agua de un río fluye sobre rocas, hoyos, arenas, elevaciones y depresiones en su curso y, sin embargo, la corriente no es afectada por ello, así también, los placeres y dolores, los nacimientos y las muertes, son como ondulaciones en la superficie de esa apariencia de agua en el espejismo del ego. La única realidad es el Sí mismo, desde donde aparece el ego que corre a través de los pensamientos que se manifiestan como el universo, y en el que aparecen y desaparecen las madres y los padres, los amigos y los parientes. Ellos no son nada sino manifestaciones del Sí mismo, por lo que los padres de uno no están fuera del Sí mismo. Así pues, no hay ninguna razón para lamentarse. Apréndelo, realízalo, y sé feliz». CONVERSACIONES: Tomo I 19 de enero de 1935

Zen: Samadhi do Espelho Brilhante

Hôkyô Zanmai/O Samadhi do Espelho Brilhante Te-shan


Este dharma tem sido transmitido diretamente

Pelos buddhas e ancestrais.

Agora que você o realizou,

Deve guardá-lo atentamente.

A neve amontoada em um pote de prata,

Uma garça na lua brilhante

—Similares, mas não-iguais.

Coloque-os lado a lado e você verá o que é que.

O significado não está nas palavras,

Os alunos perguntadores procuram mais

—O movimento adiante cria armadilhas,

O evitar conduz a uma parada.

Ao encarar uma grande muralha de fogo,

É errado dar as costas ou tocá-la.

Expressá-lo em palavras coloridas

Apenas o deixa maculada.

A meia-noite é brilhante,

A alvorada não traz o orvalho.

As coisas são o próprio Dharma que remove a delusão.

Isto não é criado mas não é inexprimível.

Como a forma e a imagem que se encaram em um espelho brilhante,

Você não é o reflexo, mas o reflexo é você.

É como um bebê que possui perfeitamente as cinco liberdades

—Não vem nem vai, não se senta surge nem fica de pé.

Gu gu wa wa

—Palavras que não são palavras.

No final, nada é compreendido

Porque a fala não é precisa.

Nos hexagramas divididos em dois,

O relativo e absoluto se integram.

Quando as linhas estão juntas, elas se tornam três,

E sua mudança final faz cinco.

Uma folha de grama zhi tem cinco sabores,

Um vajra tem cinco pontas.

Dentro do absoluto, está algo maravilhoso.

A batida do tambor e a canção vão juntas.

Penetrando na fonte, penetrando nos caminhos,

Aqui está um caminho curto, aqui está um caminho longo.

Se você perdê-lo, esse é um bom sinal.

Não negligencie.

O que é natural e inconcebível

Não pertence à delusão nem à iluminação.

As causas e condições, neste exato momento,

Brilham completamente em silêncio.

Tão pequeno que penetra em qualquer espaço,

Tão grande que excede todos os limites.

A menor diferença

Deixa-o desafinado.

Como os ensinamentos básicos do súbito e do gradual

Foram estabelecidos,

A escola Zen tornou-se dividida.

Estes caminhos tornaram-se padrão.

Mesmo que você tenha a maestria desses ensinamentos,

A verdade continua escapando.

Você pode sentar quieto, mas se agita internamente

Como um cavalo amarrado ou como um rato escondido.

O antigo mestre teve piedade de nós

E transmitiu o Dharma.

Por causa de nossas delusões,

Dizemos que o preto é branco.

Quando as delusões desaparecerem,

A compreensão revela a si mesma.

Se você quer estar de acordo com os antigos caminhos,

Tome uma lição do passado.

As pessoas que tentam atingir o caminho de Buddha

Olhando durante dez éons para uma árvore

São como um tigre de orelhas esfarrapadas

Ou como um cavalo coxo.

Uma mente gananciosa

Vê tesouros raros.

Uma mente surpresa

Vê racuns brancos.

O lendário arqueiro Yi, com sua habilidade,

Acerta o alvo a cem passos de distância.

Quando as pontas do arco se encontram,

É apenas uma questão de habilidade?

Exatamente quando um homem de madeira canta,

Uma mulher de pedra levanta-se e dança.

Não está dentro do alcance do conhecimento

Nem admite idéias.

Os súditos servem ao seu senhor;

As crianças obedecem aos seus pais.

Sem obediência, não há respeito;

Sem serviço, não há virtude cívica.

Esconda sua prática, trabalhe internamente,

Seja como um ignorante, pareça tolo.

Apenas continue fazendo isso;

Isto é chamado hoste sem hoste.


Tung-shan Liang-chieh (Em japonês: Tôzan Ryôkai)
Te-shan `

10 de dezembro de 2008

Trans Vicente Franz Cecim


para Krishnamurti, no Clarão











o Omemh de Água desceu o rio Permanecendo em Si,
na Transparência, ele cantava:



seja o Mist rio
o n~o-haver
Mist rio
e isso ser t~o
misterioso
assim

Karta a K* Vicente Franz Cecim

* Texto integral em www.triplov.com

Originais, Originantes, Originários, Plagiantes, Plagiários
& outras subespécies da raça dos escribas


Uma Investigação sobre
o Fenômeno das Migrações Literárias



#

Vejam porque tudo isso me dói tanto:
em mim se dá a 'Angústia da Influência' de que fala Harold Bloom ao contrário: é, não a angústia de ultrapassar ancestrais ou recentes mestres, modelos, matrizes - mas a Angústia de eu mesmo vir a ser ou estar sendo uma Matriz perversora
com a minha Alucinação Invisível de Andara alucinando por aí outros autores.

vFc
Karta a K


#

Sabemos, como sabia Blake, que as Influências Poéticas são
um ganho e uma perda, irreparavelmente entretecidos nos labirintos da História.

Harold Bloom
A Angústia da Influência


#

Eu existo por mim mesmo e para mim mesmo.
As barbas e sobrancelhas dos mestres da Antiguidade não podem
crescer no meu rosto, nem as suas entranhas se instalar no meu ventre:
tenho as minhas próprias entranhas e barbas.
E mesmo quando, em certas ocasiões, a minha obra seja afim da de algum mestre,
é ele que me segue, e não eu que o busca.


Shitao,
o Monge Abóbora Amarga/Kugua heshang
1641-1720
A Pincelada Única



#


a linguagem em que me seria dado não apenas escrever mas também pensar,
não é nem o latim nem o inglês nem o italiano nem o espanhol,
e sim a linguagem de que não conheço uma só palavra,
a linguagem na qual as coisas brutas falam para mim


Hugo von Hoffmannsthal

Uma carta

Sobre a Liberdade Albert Einstein




Einstein: o relativo equilíbrio da bicicleta














Sei que é inútil tentar discutir os juízos de valores fundamentais. Se
alguém aprova como meta, por exemplo, a eliminação da espécie
humana
da face da Terra, não se pode refutar esse ponto de vista em bases
racionais. Se houver porém concordância quanto a certas metas e
valores, é possível discutir racionalmente os meios pelos quais esses
objetivos podem ser atingidos. Indiquemos, portanto, duas metas com
que certamente estarão de acordo quase todos os que lêem estas linhas.
1. Os bens instrumentais que servem para preservar a vida e a saúde de
todos os seres humanos devem ser produzidos mediante o menor
esforço
possível de todos.
2. A satisfação de necessidades físicas é por certo a precondição
indispensável de uma existência satisfatória, mas em si mesma não é
suficiente. Para se realizar, os homens precisam ter também a
possibilidade de desenvolver suas capacidades intelectuais artísticas
sem limites restritivos, segundo suas características e aptidões
pessoais.
A primeira dessas duas metas exige a promoção de todo conhecimento
referente às leis da natureza e dos processos sociais, isto é, a
promoção de todo esforço científico. Pois o empreendimento
científico
é um todo natural, cujas partes se sustentam mutuamente de uma
maneira
que certamente ninguém pode prever.
Entretanto, o progresso da ciência pressupõe a possibilidade de
comunicação irrestrita de rodos os resultados e julgamentos -
liberdade de expressão e ensino em todos os campos do esforço
intelectual. Por liberdade, entendo condições sociais, tais que, a
expressão de opiniões e afirmações sobre questões gerais e
particulares do conhecimento não envolvam perigos ou graves
desvantagens para seu autor. Essa liberdade de comunicação é
indispensável para o desenvolvimento e a ampliação do conhecimento
científico, aspecto de grande importância prática. Em primeiro lugar,
ela deve ser assegurada por lei. Mas as leis por si mesmas não podem
assegurar a liberdade de expressão; para que todo homem possa expor
suas idéias sem ser punido, deve haver um espírito de tolerância em
toda a população. Tal ideal de liberdade externa jamais poderá ser
plenamente atingido, mas deve ser incansavelmente perseguido para
que
o pensamento científico e o pensamento filosófico, e criativo em
geral, possam avançar tanto quanto possível.
Para que a segunda meta, isto é, a possibilidade de desenvolvimento
espiritual de todos os indivíduos, possa ser assegurada, é necessário
um segundo tipo de liberdade externa. O homem não deve ser obrigado
a
trabalhar para suprir as necessidades da vida numa intensidade tal que
não lhe restem tempo nem forças para as atividades pessoais. Sem este
segundo tipo de liberdade externa, a liberdade de expressão é inútil
para ele. Avanços na tecnologia tornariam possível esse tipo de
liberdade, se o problema de uma divisão justa do trabalho fosse
resolvido.
O desenvolvimento da ciência e das atividades criativas do espírito em
geral exige ainda outro tipo de liberdade, que pode ser caracterizado
como liberdade interna. Trata-se daquela liberdade de espírito que
consiste na independência do pensamento em face das restrições de
preconceitos autoritários e sociais, bem como, da "rotinização" e do
hábito irrefletidos em geral. Essa liberdade interna é um raro dom da
natureza e uma valiosa meta para o indivíduo. No entanto, a
comunidade
pode fazer muito para favorecer essa conquista, pelo menos, deixando
de interferir no desenvolvimento. As escolas, por exemplo, podem
interferir no desenvolvimento da liberdade interna mediante
influências autoritárias e a imposição de cargas espirituais aos
jovens excessivas; por outro lado, as escolas podem favorecer essa
liberdade, incentivando o pensamento independente. Só quando a
liberdade externa e interna são constantes e conscienciosamente
perseguidas há possibilidade de desenvolvimento e aperfeiçoamento
espiritual e, portanto, de aprimorar a vida externa e interna do
homem.

6 de dezembro de 2008

K O escuro da semente Vicente Franz Cecim























FRAGMENTO DO LIVRO (K O escuro da semente Vicente Franz Cecim - Ver o Verso, Lisboa, 2005)







voz vermelha


a sempre,

e perguntando?
Voltaste para o Alfabeto Humano, ó k

Voltaste ao tempo em que os homens ainda falavam? Ouvimos essa voz vermelha? Ó, k
A voz Neblina, a humana, sempre contando a um outro homem histórias

E diz-se disso: literatura
ó k. Um sopro de voz, passando, como passou nos animais um dia



#



Da voz de Areia Lenta

À noite,
aquele Clarão claro-escuro no céu
agora um outro clarão viesse iluminar Oniro, que entendia sob as asas negras brancas seus círculos

- E sabes o que ele entendia, perguntava o homem que contava ao outro o mudo
que junto ao fogo, crepitante ouvia

Entendia que

Contra as suas palavras, ah

essas pedras de sons que lançava doando
suas lições sobre os alimentos do ser, um outro mal se exercia.
E que mal era esse? Tu sabes?

Eram outras palavras
Quais?
Então não sabes
As Outras, oh
que criando o vento: o Vento e aquelas asas negras, brancas eram outras pedras
erguessem a Muralha de outras palavras pedras sons contra as palavras dele

não queres a pedrinha branca, ó k

E seria nessa noite e sob aquele céu de asas negras brancas que ele, Oniro, fosse se levantando da terra onde caído,

e então diria:

- Vê, Orino,
isso: Isso, que eu agora entendi: essas asas, negras, brancas,
seus Círculos brancos negros
não existem. Eles são só uma invenção desse Vicente que nos escreve,
só que elas ele escrevendo com asas de palavras,
e nós ainda inventando com palavras de carne,
ah as pesadas as humanas, e nelas uns ossos vazios por onde ele sopra os seus sonhos
- Não existem, mas existem. Como te dizer isso?
Escuta.
E vem comigo

- É que esse Vicente,
vindo de um vale onde nasceu, é lá embaixo da vida,
o que ele quer o que mais quer é ascender, alado, e, leve, abandonar o Vários por maior Amizade ao Um.
Pois já não houve um outro, um tal K que
Diz-se
antes dele já ascendeu deixando aqui embaixo o Alfabeto Humano?
Ou essa é só mais uma das suas histórias
Esses livros que ele escreve
Então, todos os seus livros sendo atravessados por asas,
para ele um lugar não lugar Andara e todos os lugares sendo para ele uma grande Asa, com a qual ele sonhando isso do Visível ao Invisível,
ele faz essa viagem, e já bem longa.
Isso de andar sem ir ficando indo fosse
Pois em Andara, tudo está no Vale, embaixo,
e quer ir para a Montanha, lá no alto.
Tudo

- Vê, Orino,
sendo fantasmas de Andara,
nessa Neblina
nós também podendo viajar por Andara inteira, indo através dos livros que esse Vicente escreve,
como estamos indo agora através das páginas deste livro que ele escreve,

e estão, vem comigo, façamos isso

- Mas tu, não, dizendo Oniro ao omem de areia. Não vá se desfazer nos grãos das palavras desse Vicente o que ainda resta do teu Grão de Ser

Vem,
e vê Orino.
Como parecem se elevar tão altos os seus livros
À Sombra deles, ah suas sombras assim tão longas e íntimas das sombras longe lá do horizonte
as nossas sombrazinhas de Neblina humana

A asa e a serpente.
Lês, o título?
Dos livros assim visíveis de Andara
este é o primeiro. E vês o que eu te disse? A serpente: o Vale, a asa: a Montanha. E tudo terminando por uma chuva de asas e serpentes sobre a terra,
sobre os homens
Vem, vê. Entremos também neste
É Os animais da terra. Aqui, repara,
aparentemente tudo se dá só no Vale, mas não é o que acontece, porque o sonho da Montanha vês ele
nos vôos de Caminá? A mulher alada
Este outro é Os jardins e a noite. O Vale está nos olhos que antes um homem tinha para não ver nada, nada sob o sol, e a Montanha nasce da Noite em que uma ave, a imensa,
o Curau,
desce do céu e tira os olhos desse homem
e ele então começa a ver, é bem longe, e também dentro de si, a vida
Este é Terra da sombra e do não.
Entremos
Nele, uma criança atravessa o Vale: a vida, levada por dois outros fantasmas como nós, um querendo ser leve, o outro, pesando sobre a terra,
e no final surgem umas borboletas, vês: elas, lá? Umas cintilações no ar, que voando diante da criança a levam até a Montanha, que é um montinho de nada de terra onde um morto dorme e não dorme pois não sabemos se ele ainda está lá ou já se ergueu de si
Este é Diante de ti só verás o Atlântico.
Nele, o Vale será submerso
mas não recues teus pés,
ainda não será agora, neste início, Orino,
só mais tarde quando eles ouvirem a música mineral na distância, as altas ondas do Atlântico
e então a vida será submersa
por uma Água Negra que estará vindo, por trás,
e para escapar a ela aquele homenzinho de neblina, ali, vês, precisará atravessar a floresta Andara inteira levando o seu rebanho de coisas vivas e atingir uma ilha de sonho nas água de sonho do Atlântico, e a Ilha, que se erguerá, ou não, do oceano, será a Montanha
Este é O sereno. Aqui, o Vale é uma praia à tarde sob a lua branca, a que nos alucina de olhos abertos, e depois sob a lua amarela, a que nas noites nos alucina de olhos fechados, onde uns homens bebem bebida amarga e falam da ave, diz-se, que voa dentro de nós, essa Ave sendo a promessa da Montanha que um dia atingiremos, ou não
Este é aquele livro que antes se chamou As armas submersas, mas quis se chamar Música de areia.
E onde estariam elas, essas armas, submersas? Onde mais senão no Vale das coisas veladas que precisamos desvelar se quisermos ir para o alto, subir a Montanha, e não apenas continuar nos arrastando pela vida, e assim umas outras serpentes, humanas
Este aqui, ah,
este aqui é o oitavo, o nono, o décimo e o décimo primeiro livro dessa viagem que ele faz a Andara,
e nele podes entrar pela frente ou por trás, como podes ver girando a redor dele, pois é um Livro que tem duas entradas,
mas nenhuma saída e por isso é melhor que não entres
e te baste saber que seu nome é Silencioso como o Paraíso, como podes ler de fora, na capa
e também te contentes em saber por mim o que ele contém.
Contém dois livros que se chamam, um, Contando estas histórias para nada, o outro, Contando estas histórias pra ninguém.
Esses títulos assim, pois esse Vicente aí mais parecendo um animal fugindo da Literatura, embora ainda não se sabendo para onde
ele.
Neste, são muitas as histórias que ele conta
A de um alado, que vindo da Montanha que é o céu paira sobre um Vale e os homens
A de um adormecido numa praia, o Vale, sob um céu, a Montanha, onde flutua uma Ave sem uma das asas
A de um anjo que desceu da Montanha do céu para o Vale onde vivia um homem, para lhe dar asas, mas traído pelo homem, que virou anjo, e subiu para o céu em seu lugar, ficando o anjo reduzido a homem pesando nesta terra onde somos só homenzinhos já nem mais de terra, só neblinas de carne de terra
A do animal solitário da ilha, que habita a areia de sermos aqui embaixo, o Vale, e só tem por companhia o Osso Pai e a Areia, e sonha com asas que um dia o levarão à Ilha dos Imortais, à Montanha, por sobre as águas
A de Mirá, ah, um mirazinho de nada que teme os areais e quer porque quer subir para o céu
São muitas as histórias. E em todas há o Vale e a Montanha,
mesmo que velados, só semi-revelados a nós
Ou apenas o Vale se mostre, sendo a Montanha só entrevista pela sua Ausência
Ou só a Montanha se mostre, sendo ele, o Vale, só entrevisto por sua ausência
Ah
tem esta outra aqui, e estas páginas apenas entreabro para te mostrar,
mas não entres no Livro, não entres, espia daqui: não há saída
É a história do Homem com estrela no ombro, que chega numa casa à noite na floresta Andara,
e ela A Luminosa lança sobre tudo que está nas sombras o seu clarão imenso que adormece. Não se vê o Vale nas sombras em que eles estão, antes da estrela? E não é a estrela a promessa, ou ameaça, da Montanha?
São muitas as histórias desses livros assim contando suas histórias para nada e ninguém.
E além dessas histórias, aqui, neste livro com duas entradas e nenhuma saída, há ainda outros livros de Andara
Um que se chamou Diálogo dos comediantes, mas quis se chamar Festa dos cabelos trançados
e outro que se chamou Silencioso como o Paraíso após a expulsão das criaturas humanas, mas queria mesmo era se chamar Silencioso como o Paraíso após o rumor das sombras humanas.
Sentemos à sombra que essa nova estrela que gira lá no alto faz para nós,
à sombra desse Livro com duas entradas e nenhuma saída onde não devemos entrar,
e nem precisamos, vês, pois um vento já está virando suas páginas para nós,
e me escuta, Orino.
Fiquemos lendo daqui
No primeiro deles, um homem, na floresta Andara: no Vale, tendo visto uma festa em sonhos, A festa dos cabelos trançados, convida um outro a ir com ele em busca dessa festa, e se arrastam, animais, pela floresta inteira: o Vale, sob estrelas ocultas, pois essas estrelas só na última página se acendem cintilantes no céu: a Montanha: a loucura brilhante de estar vivo e isso pairando sobre nós
O outro é a história de Iziel, que aqui embaixo, no Vale, convida Azael a seguir uma constelação, a Montanha, que vêem no céu à noite, mas só quando o dia nascer e quando ela estiver invisível sob o sol que nos oculta a vida
Agora vê, Orino,
esses livros livros todos de Andara por que passamos, até aqui, esses livros visíveis,
tu assim podes ver,
mas não o Livro Invisível
que ele, esse Vicente sem asas que quer ser alado, mas é só um homenzinho de nada se arrastando pelo Vale pesando sob as asas das aves e sob a Asa Asa,
diz que escreve, mas sem palavras:
não-livro: livro fantasma:
o livro fantasma que é Viagem a Andara, o livro invisível,
esse livro que ele não escreve com as sombras das palavras sombras no papel e se alimenta desses livros livros
que ele visivelmente escreve
para existir não existindo Livro

Não vês aí, Orino: nós: oos
Apenas as letras dos nossos nomes estando trocadas
Não vês aí nesses livros diante de nós,
assim presentes,
e no Livro Ausente
o não-escrito
se reproduzindo o Vários no Um no Vários
nisso que ele, esse Vicente, chama

Viagem a Andara?

Quisesse com esses livros e não-livro
ele também nos dizer com palavras ora aSas ora serpenteS e sem palavras, as não dizíveis
ora lançando ora não lançando pedras palavras sombras sobre nós,
o mesmo que eu te digo?

- Tudo vem como sombra do Um e para o Um volta como sombra
Aqui, na breve Residência, a vida,
imersos nesta luz cheia de penumbras em que somos e não-somos, pois permanecemos sendo lá no Um enquanto aqui até parece que somos,
as sombras estão no Vários,
e se tornam coisas

O que eu já te disse?


Eu te daria a pedrinha branca, ó k, onde escrito o Nome que Ninguém conhece


Vê agora este outro livro livro, Orino:
é Ó Serdespanto
E este outro: Música do sangue das estrelas
O Vale e a Montanha sendo,
num, um ser sem asas e um ser alado, a Irmã de Plumas desse Serdespanto,
e, no outro, o Vale e a Montanha
estando num homem que vive só na floresta Andara e em um anjo ou homem, o escravo, o amigo, que vindo, distraído, esse homem prende numa gaiola: a Gaiola, por companhia, até às cinzas da gaiola, e até cair do céu uma outra chuva: a música do sangue das estrelas. Que um dia outros também ouvirão
Dia distante, pois os leitores desse Vicente ainda estando por nascer ah
ahhh
esses dois livros, Orino,
que já eram livros enquanto ele ainda escrevia sonhava este Escuro da semente
mas sendo um só livro
eles também vêm nos falar:
do Vale, da Montanha:
duas meditações na Penumbra Andara, onde esse Vicente, que já ouve, mas sozinho, a Música do sangue das estrelas, se pergunta
o que é ou são O Livro, a vida e quem escreve e se escreve ou é escrito
e mantém um Diálogo com sombras, em que se diz, nos diz
que não se sabendo o que é mais invisível
Se

o livro invisível que ele não escreve, ou ele mesmo, em si
em si tentando o impossível se tornar enfim invisível inteiramente


é assim como no fim deste nosso ir para a Penumbra, ah, em Sonhos

não lhe baste mais só nos contar histórias,
e ele quer escavar ainda mais o animal que é,
sonhando e se sonhando
e escrevendo e se escrevendo
e não-escrevendo livros,

e faz escavações na Penumbra Andara,
quer achar a pré-história do Sono,
do sono de Andara
Andara: despertar em Sonho de Escritura
O sono de Andara

depois que ela adormeça para sempre,

e nós com ela, ah,
desfeitas
neblinas
tudo isso sendo Peregrinação através da penumbra de sermos,
ou de fugirmos de nós, nos buscando em fuga

Ouves? Ouves a música, a Fuga?

Mas isso se já fosse o que ainda não é,
não ainda nestas páginas por onde vamos passo a passo
Um passo, outro passo: Via dos Mutilados

:

ah a Penumbra: se para lá estão indo os nossos pés, em sonhos. Orino

haveremos de chegar



#



- Por isso te digo, Orino,
essas asas negras, brancas, negras
que agora vemos e não vemos como foices neste céu sobre nós,

não existem.

Elas são só uma invenção desse Vicente que nos escreve,
só que Elas ele inventa com asas de palavras,
enquanto nos inventa com palavras de carne, as humanas, as pesadas,
e nelas uns ossos vazios por onde sopra os seus sonhos


- É que esse Vicente,
vindo de um vale onde nasceu, é lá embaixo da vida,
o que ele mais quer é ascender, alado, e, leve, abandonar o Vários por maior Amizade ao Um





#




Não queres a pedrinha branca, Vicente?
Ó vicente, eu te daria a pedrinha branca

e com asas


se agora também dissesse a voz vermelha





Pascal: O Homem perante a Natureza


A primeira coisa que se oferece ao homem ao contemplar-se a si próprio,
é seu corpo, isto é, certa parcela de matéria que lhe é peculiar. Mas, para
compreender o que ela representa a fixá-la dentro de seus justos limites,
precisa compará-la a tudo o que se encontra acima ou abaixo dela. Não se
atenha, pois, a olhar para os objetos que o cercam, simplesmente, mas
contemple a natureza inteira na sua alta e plena majestosidade. Considere esta
brilhante luz colocada acima dele como uma lâmpada eterna para iluminar o
universo, e que a Terra lhe apareça como um ponto na órbita ampla deste astro
e maravilhe-se de ver que essa amplitude não passa de um ponto insignificante
na rota dos outros astros que se espalham pelo firmamento. E se nossa vista aí
se detém, que nossa imaginação não pare; mais rapidamente se cansará ela de
conceber, que a natureza de revelar . Todo esse mundo visível é apenas um
traço perceptível na amplidão da natureza, que nem sequer nos é dado a
conhecer de um modo vago. Por mais que ampliemos as nossas concepções e
as projetemos além de espaços imagináveis, concebemos tão somente átomos
em comparação com a realidade das coisas. Esta é uma esfera cujo centro se encontra em toda parte e cuja circunferência não se acha em alguma. E o fato de nossa imaginação perder-se neste pensamento constitui, em suma, a maior manifestação da onipotência de Deus.Que o homem, voltado para si próprio, considere o que ele é diante do que existe; que se encare como um ser extraviado neste pequeno setor da natureza,e que da pequena cela onde se acha preso, do universo, aprenda a avaliar em
seu valor exato a terra, os reinos, as cidades e ele próprio. Que é um homem
diante do infinito? Quero, porém, apresentar-lhe outro prodígio igualmente assombroso, colhido nas coisas mais delicadas que conhece. Eis uma lêndea, que na
pequenez de seu corpo contém partes incomparavelmente menores, pernas
com articulações, veias nessas pernas, sangue nessas veias, humores neste
sangue, gotas nesses humores, vapores nestas gotas; dividindo-se essas
últimas coisas esgotar-se-ão suas capacidades de concepção, do homem, e
estaremos portanto ante o último objeto a que pode chegar nosso discurso.
Talvez imagine, então, seja essa a menor coisa da natureza. Quero mostrarlhe,
porém, dentro dela um novo abismo. Quero pintar-lhe não somente o
universo visível mas também a imensidade concebível da natureza dentro
desta parcela de átomo. Aí existe uma infinidade de universos, cada qual com
o seu firmamento, seus planetas, sua terra em iguais proporções às do mundo
visível; e nessa terra há animais e neles essas lendêas onde voltará a encontrar
o que nas primeiras observou. Deparará assim, por toda parte, sem cessar,
infindavelmente, com a mesma coisa, e perder-se-á nessas maravilhas tão
assombrosas na sua pequenez quanto às outras na sua magnitude. Pois como
não se admirar de que nosso corpo, antes imperceptível no universo,
imperceptível no todo, se torne um colosso, um mundo, ou melhor, um todo
em relação ao nada a que se pode chegar?Quem assim raciocinar há de apavorar-se de si próprio e, considerandose suspenso entre esses dois abismos do infinito e do nada, tremerá à vista de tantas maravilhas; e creio que, transformando sua curiosidade em admiração, preferirá contemplá-las em silêncio a investigá-las com presunção. Afinal que é o homem dentro da natureza? Nada, em relação ao infinito;
tudo, em relação ao nada; um ponto intermediário entre o tudo e o nada.
Infinitamente incapaz de compreender os extremos, tanto o fim das coisas
quanto o seu princípio permanecem ocultos num segredo impenetrável, e é-lhe
igualmente impossível ver o nada de onde saiu e o infinito que o envolve.
Que poderá fazer, portanto, senão perceber alguma aparência das coisas
num eterno desespero e não poder conhecer nem seu princípio nem seu fim?
Todas as coisas saíram do nada e são levadas para o infinito – que haverá além
desses assombrosos limites? O autor das maravilhas o sabe; ninguém mais.
Por não haver meditado sobre esses infinitos, puseram-se os homens
temerariamente a investigar a natureza, como se tivessem alguma proporção
com ela. E é estranho que tenham querido compreender os princípios das
coisas, e assim chegar ao conhecimento do todo através de uma presunção tão
infinita quanto o seu objeto. Pois não há dúvida de que é impossível conceber
tal desígnio sem presunção ou sem a capacidade infinita da natureza.
Quando se estuda, compreende-se que tendo a natureza gravado sua
imagem e a de seu autor em todas as coisas, todas participam de seu duplo
infinito. Todas as ciências são infinitas na amplitude de suas investigações,
pois quem duvidará, por exemplo, de que a geometria tenha uma infinidade de
teoremas a serem expostos? São infinitas também na multidão e na delicadeza
de seus princípios, pois quem não percebe que aqueles que se consideram
últimos não se sustentam sozinhos, mas se apóiam em outros, os quais, tendo
por sua vez outros por apoio, nunca são os últimos? Nós, porém,
consideramos últimos aqueles princípios que a razão nos aponta como
últimos, tal qual fazemos com as coisas materiais, em que, para nós, um ponto
invisível é aquele que, por se achar mais longe de nossos sentidos, não pode
ser percebido, embora continue divisível indefinidamente por sua própria
natureza.Desses dois infinitos da ciência, o infinitamente grande é o mais sensível;
por isso nós o conhecemos imediatamente por inteiro. "Vou falar de tudo",
dizia Demócrito. Porém, o infinitamente pequeno é muito pouco visível. A ele pretenderam chegar os filósofos, entretanto; e nisso é que tropeçaram todos. Isso é que deu azo a títulos tão freqüentes quanto estes: Do princípio das coisas, do princípio da filosofia e quejandos, tão pretensiosos e de efeito bem maior, embora não o pareça, do que esse outro que entra pelos olhos: De omni scibili.
Acreditamos muito naturalmente sermos mais capazes de alcançar o centro
das coisas do que de abraçar-lhes a circunferência; a extensão visível do
mundo ultrapassa-nos manifestamente; porém, como ultrapassamos as coisas
pequenas, acreditamo-nos mais capazes de possuí-las; entretanto, não nos falta
menos capacidade para chegar ao nada do que chegar ao todo; para um, como
para outro, falta-nos uma capacidade infinita, e creio que quem tivesse
compreendido os princípios últimos das coisas chegaria também a conhecer o
infinito. Uma coisa depende da outra, e uma conduz à outra. Esses extremos se
tocam, e se unem, à força de se afastarem, encontrando-se em Deus, e somente
em Deus. Conheçamos, pois, nossas forças; somos algo e não tudo; o que temos que
ser priva-nos do conhecimento dos primeiros princípios que nascem do nada;
e o pouco que somos nos impede a visão do infinito.
Nossa inteligência, entre as coisas inteligíveis, ocupa o mesmo lugar que
o nosso corpo na magnitude da natureza. Limitados em tudo, esse termo médio entre dois extremos encontra-se em todas as nossas forças. Nossos sentidos não percebem os extremos: um ruído demasiado forte nos ensurdece, demasiada luz nos deslumbra, demasiada distância ou demasiada proximidade impede-nos de ver, demasiada longitude
ou demasiada concisão do discurso o obscurece, demasiada verdade nos
assombrosa (sei de alguém que não pode compreender que quem de zero tira
quatro fica zero); os primeiros princípios tem demasiada evidência para nós
outros, demasiado prazer incomoda, demasiada consonância aborrece na
música, e demasiado benefício irrita, pois queremos ter com que pagar a
dívida: Beneficia eo usque laeta sunt dum videntur exsolvi posse; ubi multum
ante venere, pro gratia odium redditur. (Os benefícios são agradáveis enquanto
pensamos poder devolvê-los; além o reconhecimento se transforma em ódio. -
Tácito, citado por Montaigne, XXX, 8). Não sentimos nem o extremo calor
nem o frio extremo; as qualidades excessivas são nossas inimigas, não as
sentimos, sofremo-las. Demasiada juventude ou demasiada velhice tolhe o
espírito; assim como demasiada ou insuficiente instrução. Em suma, as coisas
extremas são para nós como se não existissem, não estamos dentro de suas
proporções: escapam-nos ou lhes escapamos. Eis o nosso estado verdadeiro; é o que nos torna incapazes de saber com segurança e de ignorar totalmente. Nadamos num meio termo vasto, sempre incertos e flutuantes, empurrados de um lado para o outro. Qualquer objeto a que pensemos apegar-nos vacila e nos abandona, e se o perseguirmos foge à perseguição. Escorrega-nos entre as mãos numa eterna fuga. Nada se detém
por nós. É o estado que nos é natural e, no entanto, nenhum será mais
contrário à nossa inclinação; ardemos de desejo por encontrar uma plataforma
firme e uma base última e permanente para sobre ela edificar uma torre que se
erga até o infinito; porém os alicerces ruem e a terra se abre até o abismo.
Não procuremos segurança e firmeza. Nossa razão é sempre iludida pela
inconstância das aparências e nada pode fixar o finito entre os dois infinitos
que o cercam e dele se afastam. Creio que a concepção deste inevitável fará que o homem se conformecom o estado em que a natureza o colocou e o mantenha tranqüilo. Esse termo médio que nos coube por destino, situa-se sempre os dois extremos, de modo
que pouco nos importa tenha o homem maior ou menor inteligência das
coisas. Se a tiver as verá apenas de um pouco mais alto. Mas não se achará
sempre infinitamente afastado da meta, e a duração de nossa vida não o estará
também, infinitamente, afastada da eternidade, embora dure dez anos mais?
Se tivermos em mente estes infinitos, todos os finitos serão iguais; e não
vejo razão para assentar a imaginação em um deles e a preferência ao outro. A
simples comparação entre nós e o infinito nos acabrunha.
Se o homem procurasse conhecer a si mesmo antes de mais nada,
perceberia logo a que ponto é incapaz de alcançar outra coisa.
Como poderia uma parte conhecer o todo? Mas a parte pode ter, pelo
menos, a ambição de conhecer as partes, as quais cabem dentro de suas
próprias proporções. E como as partes do mundo têm sempre relações íntimas
e intimamente se encadeiam, considero impossível compreender ma sem
alcançar as outras, e sem penetrar o todo. O homem, por exemplo, tem relações para durar, de movimento para viver, de elementos que o constituam, de alimentos e calor que o nutram, de ar para respirar; vê a luz, percebe os corpos; em suma, tudo se alia a ele próprio. Para conhecer o homem, portanto, mister se faz saber de onde vem que precisa de ar para subsistir; e para conhecer o ar é necessário compreender donde
provém essa sua relação com a vida do homem, etc. A chama não subsiste sem
o ar; o conhecimento de uma coisa, se liga, pois, ao conhecimento de outra. E
como todas as coisas são causadoras e causadas, auxiliadoras e auxiliadas,
mediatas e imediatas, e todas se acham presas por um vínculo natural e
insensível que une as mais afastadas e diferentes, parece-me impossível
conhecer as partes sem conhecer o todo, bem como conhecer o todo sem
entender particularmente as partes. (A eternidade das coisas, em si mesmas ou
em Deus, deve assombrar a nossa ínfima duração. A imobilidade fixa e
constante da natureza, em comparação com a transformação contínua que se
verifica em nós, deve causar o mesmo efeito). E o que completa a nossa
incapacidade de conhecer as coisas é o fato de serem simples em si enquanto
nós somos complexos de natureza antagônicas e de gêneros diversos, alma e
corpo. Pois é impossível que a parte raciocinante de nós mesmos não seja
unicamente espiritual; e se pretenderem que somos tão somente corporais,
mais afastarão ainda de nós o conhecimento das coisas, porquanto nada mais
será inconcebível do que a matéria conhecer-se a si própria; não podemos
conceber de que maneira se conheceria. Assim, se somos simplesmente
materiais nada podemos conhecer; e se somos compostos de espírito e
matérias não podemos conhecer perfeitamente as coisas simples, espirituais ou
corporais. Donde a confusão generalizada entre os filósofos que misturam as idéias
das coisas, falando espiritualmente das coisas corporais e corporalmente das
coisas espirituais. Dizem, ousadamente, que as coisas tendem a cair, que tendem para o centro, que fogem à sua destruição, que temem o vácuo, que tem inclinações,
simpatias, antipatias, qualidades todas que somente ao espírito pertencem. E,
referindo-se ao espírito, consideram-no como se estivesse em determinado
espaço, e lhe atribuem a capacidade de movimentar-se, coisas que pertencem
apenas aos corpos. Em vez de recebermos a idéia pura das coisas, tingimo-la
com nossas qualidades e impregnamos de nosso ser composto todas as coisas
simples que contemplamos. Que não há de supor, ao ver-nos juntar as coisas do espírito e do corpo, que tal mescla nos é mui compreensível? No entanto, é essa a coisa que menos se compreende. O homem é, em si mesmo, o objeto mais prodigioso da
natureza; pois não se pode conceber nem o que é corpo, nem, menos ainda, o
que é espírito, e, ainda menos, de que modo um corpo pode se unir a um
espírito. Essa a sua dificuldade máxima, e, não obstante, a sua própria
essência: Modus quo corporibus adhaerent spiritus comprehendi ab hominibus
non potest, et hoc tamem home est. (A maneira por que se acha o espírito
unido ao corpo não pode ser compreendida pelo home, e, não obstante, é o
homem. Santo Agostinho, citado por Montaigne). Mas, para concluir a prova de nossa fraqueza, terminarei com estas duas considerações. Quando penso na pequena duração da minha vida, absorvida na eternidade anterior, no pequeno espaço que ocupa, fundido na imensidade dos espaços que ignora e que me ignoram, aterro-me e me assombro de ver-me aqui e não alhures, pois não há razão alguma para que esteja aqui e não alhures, agora e não em outro qualquer momento. Quem me colocou nessas
condições? Por ordem e obra e necessidade de quem me foram designados
esse lugar e esse momento?Memoria hospitis unius diei praetereuntis. (A
lembrança de hóspede de um dia que passa. Sabedoria, V, 15.
Ante a cegueira e a miséria do homem, diante do universo mudo, do
homem sem luz, abandonado a si mesmo e como que perdido nesse rincão do
universo, sem consciência de quem o colocou aí, nem do que veio fazer, nem
do que lhe acontecerá depois da morte, ante o homem incapaz de qualquer
conhecimento, invade-me o terror e sinto-me como alguém que levassem,
durante o sono, para uma ilha deserta, e espantosa, e aí despertasse ignorante
de seu paradeiro e impossibilitado de evadir-se. E maravilho-me de que não se
desespere alguém ante tão miserável estado. Vejo outras pessoas ao meu lado,
aparentemente iguais; pergunto-lhes se se acham mais instruídas que eu, e me
respondem pela negativa; no entanto, esses miseráveis extraviados se apegam
aos prazeres que encontram em torno de si. Quanto a mim, não consigo
afeiçoar-me a tais objetos e, considerando que no que vejo há mais aparência
do que outra coisa, procuro descobrir se Deus não deixou algum sinal próprio.
O silêncio eterno desses espaços infinitos me apavora.
Quantos reinos nos ignoram! Por que são limitados meu conhecimento, minha estatura, a duração de minha vida a cem anos e não a mil? Que motivos levaram a natureza a fazerme assim, a escolher esse número em lugar de outro qualquer, desde que na
infinidade dos números não há razões para tal preferência, nem nada que seja
preferível a nada? Blase Pascal